Urbanismo

En una escala mayor a la del edificio, el urbanismo puede ser más o menos respetuoso con el medio ambiente. Actualmente existen dos modelos contrapuestos de ciudades, la ciudad compacta y la ciudad dispersa. Ejemplo de la primera son Madrid, Barcelona, París,… ciudades con una alta densidad y los distintos usos (residencial, oficinas, comercios…) mezclados. En el otro extremo, en la ciudad dispersa, nos viene a la mente el modelo americano de ciudad residencial con enormes barrios de viviendas unifamiliares. Entre los dos extremos existen múltiples matices, como podría ser el caso de Estocolmo, con el centro de ciudad histórico, con múltiples usos, conectado con ferrocarriles a múltiples barrios residenciales de más baja densidad.

La ciudad dispersa se inició en los años 50 en Estados Unidos durante el boom del automóvil. Su ideólogo fue el arquitecto y urbanista Ludwig Hilberseimer, que proponía, como Le Corbusier, separar los usos de vivienda (ciudad jardín) y oficinas, y  un gran defensor de este modelo fue Frank Lloyd Wright. En ese momento el coche era un símbolo de la libertad, vehículo del sueño americano, y no había habido ninguna crisis del petróleo ni se conocía los efectos nocivos de las emisiones del CO2 en la atmósfera.

Estos dos modelos tienen múltiples repercusiones en la forma de vida de sus habitantes, en su economía y en el medio ambiente. El mayor impacto es en el propio territorio. Una ciudad compacta ocupa mucho menos que una dispersa para alojar al mismo tipo de habitantes, tanto por la propia ciudad, como por las infraestructuras que necesitan. Totalmente relacionado con la implantación en el territorio está la movilidad. En la ciudad compacta, debido a su densidad de población, es viable económicamente tener una densa red de transporte público que conecte los distintos puntos. A su vez, el transporte individual, con su elevado consumo de gasolina y diesel (y su respectivas emisiones de CO2) es más complicado por la falta de aparcamientos. Además, en la ciudad compacta los usos están mezclados, de forma que los desplazamientos entre la vivienda, el trabajo y el ocio, pueden ser menores.

En la ciudad dispersa, no es rentable una densa red de transporte, de forma que resulta imprescindible el coche individual, con las repercusiones ambientales ya conocidas.

Independientemente del modelo de ciudad, desde el urbanismo también se toman decisiones que afectan al propio edificio, como es el caso de su orientación. En la latitud norte, la orientación sur es la más favorable para poder captar la radiación solar en invierno y calentar el edificio de forma gratuita y en verano es relativamente sencillo proteger del exceso de radiación con algún tipo de protección solar. En la orientación este y oeste, como la trayectoria del sol es menor, no se llega a calentar el edificio en invierno, y en verano al estar el sol muy bajo, entra mucha radiación a través de las oberturas, y para evitarlo se debe utilizar protecciones solares. En la orientación norte no se tiene radiación solar gratuita en invierno.

A nivel de ciudad se puede actuar para generar energía de forma eficiente y centralizada para varios edificios (redes de distrito). Además, la iluminación de las calles también puede utilizar tecnologías eficientes como los LEDs. La iluminación repercute en gran medida en el consumo energético de una ciudad.

La gestión del agua de la ciudad, si se realiza mediante redes separativas de aguas pluviales, aguas grises (agua residual de duchas, cocinas…) y negras (inodoros), permitirá un elevado reaprovechamiento de ésta. Según la normativa vigente en España, el Código técnico de la edificación, los edificios de nueva construcción deben tener una red separativa de aguas residuales, pero no necesariamente depósitos para aguas pluviales o grises, de forma que esta separación no es útil si el municipio no tiene una red separativa de recogida de agua.

Finalmente, y no menos importante, está en manos de los municipios la gestión de los residuos que generamos entre todos. Grandes avances en este sentido son su separación selectiva, y la implantación de contenedores y papeleras que detectan su nivel de carga, mejorando su gestión, y en el caso de las papeleras, incluso compactando los residuos, de forma que se reduce el transporte necesario.

En el futuro se vislumbran las llamadas Smart Cities, ciudades en que las tecnologías de la información ayudan a disminuir su impacto sobre el medioambiente, siendo más viables económicamente, y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. En Sant Cugat del Vallès han realizado una prueba piloto de gestión integrada en una calle, caso explicado en el apartado “Ejemplos” de esta página web.

Leave a Reply